La Retaguardia.

¡Mierda! voy tarde. Como olvidar aquel 16 de Septiembre del 2017, alrededor de las 3 de la tarde. Aparte de que iba tarde a estudiar y todos estaban en sus quehaceres normales, conocí a Katalina – si con K – ella, que se encontraba pensando como irían hacer para la actividad de la Electiva para Salud Ocupacional; tenían que realizar un acondicionamiento físico para todos los estudiantes de la tarde. Allí en el Colegio Maria Teresa Ortiz en Madrid donde funciona en su modalidad a distancia la Universidad Uniminuto.
Todos estaban comprometidos en aportar a la actividad, unos hicieron el pendón, otros instalaron el audio y ella preparaba la rutina, esa tarde tenían que llamar la atención de todo el estudiantado. Unos jóvenes de Comunicación Social se acercaron a ver el evento, primero que todos, pero tenían una intención; hacer una crónica sobre lo que sucedía. Todo parecía normal y de aquellos instantes, tan solo podría salir un artículo sobre pausas activas o acondicionamiento físico en la universidad; pero algo inusual haría cambiar el rumbo de sus historias.
Ya se habían dado cuenta, pero los que llegaban después no se percataban aun, que en el acto donde primaba la descoordinación de los participantes y los muchos espectadores; estaba ella, Katalina, la mujer a simple vista, la envidia de todas en el lugar, por su retaguardia. Pero el contraste llegó con sus rasgos masculinos aun presentes en la cara, dilucidar ahora, lo que ella era, o más bien fue. Podríamos definirlo como una mujer en una empaquetadura de hombre, del cual ya no quedaba nada.

– Como haces para tener esas formas tan femeninas, utilizas hormonas o qué tipo de tratamiento
– Si, las utilizo, es un tratamiento largo y costoso, nada lo cubre la EPS, nos reunimos varias y acudimos al especialista privado, el cual no receta la hormona su dosis y frecuencia. Son las mismas inyecciones que las mujeres usan para planificar, lo hago porque aún no estoy operada.
Era su versatilidad y armoniosa coordinación en el baile que hacia olvidar sus facciones, quizás las chicas estuvieran envidiando su cuerpo; abdomen plano, piernas bien definidas y glúteos prominentes.

Pero los espectadores masculinos en su mayoría estaban vislumbrando su llamativa retaguardia. Sin ánimo de ofender y con el consentimiento de Katalina, manifestamos nuestra admiración a sus formas femeninas. Al principio el panorama no daba para más que una carajada improvisada, saliendo a medias a razón de cumplir con una nota.

Pero en aquel rostro con nariz aguileña, pómulos fuertes y matizados por la abundante base, que se mezclaba con el sudor, junto con su cuerpo escultural que estaba marcado por una pluma como tatuaje. Se veía una historia la cual comenzó cuando ella tenía 15 años.
– Siempre me sentí mujer, nada de niño me gustaba y a los 15 años empecé mi transformación, iniciando por ser gay.
– ¿Por esta condición tuviste bullying en el colegio, como te trataba la
gente?
– Fue terrible, mis compañeros de clase más que todos los hombres me
molestaban, me escondían la maleta, me robaban las onces, me rasgaban los sacos del uniforme, era un infierno.
– ¿Y las mujeres?
– Ellas si me aceptaban, casi nunca tuve problemas con ellas.
– ¿Y aquí como te ha ido?
– En la Universidad, logre la aceptación de todos, me siento en familia, no hay líos.
– ¿Cómo fue tu comienzo con la Universidad, cómo te recibieron y
porque escogiste estudiar Salud Ocupacional?
– Bueno, en un principio quería estudiar Psicología, pero era muy cara
en ese entonces, decidí estudiar esto porque también tiene un acercamiento con la gente y puedo homologar materias más adelante cuando decida estudiar lo que quería. Por fortuna di con personas muy maduras yo creo, ya que me recibieron muy bien, a comparación del colegio, fui bien recibida y nunca he tenido ningún problema.

La tarde era soleada y el astro mayor con sus hirientes brazos, tocaba las
caras de los alegres rostros, pero su arremetida era interrumpida por la suavidad de los nubarrones que refrescaban el instante. Risas, murmullos y baile, casi nadie veían la trascendencia del momento, allí se manifestaba un símbolo de la autenticidad por encima de los prejuicios, aquella que logro sobresalir de donde vienen los reprimidos por ser diferente, una flor en esta tierra reseca de retrograda incomprensión.

– Como te ha ido aquí en un Municipio tan tradicionalista.
– Ha sido difícil, pero a pesar de eso hago parte de la mesa de trabajo
de la Asociación LGBT.
– ¿Y has recibido ayuda de las entidades gubernamentales?
– Si de la alcaldía que nos han puesto cuidado porque luchamos por la
inclusión laboral de nosotras, ya que si no somos estilistas tenemos que recurrir a la prostitución para sobrevivir. Además tenemos un club deportivo de Voleibol con el que nos apoya la Gobernación de Cundinamarca.
En definitiva, cientos de travestis o transgenero tienen que luchar por la aceptación y tolerancia en esta sociedad, por sus derechos al ser ciudadanas colombianas y seres humanos. Catalina la de la perfecta retaguardia – con todo respeto – se ganó esa tarde la admiración de muchos y en esta construcción de letras es el eje y tendrá que ser vista su historia, la posición que toma dentro de una institución educativa, que la acogió y que la va a graduar como Administradora en Salud Ocupacional.
Este hecho es trascendental ya que al igual que todos nosotros, ellas tienen derecho a ser tratadas como ciudadanas colombianas. Que tienen los mismos derechos y merecen respeto; es una revolución lo que ella ha hecho, ser auténtica, salir de la empaquetadura de hombre con la que nació; para dejar renacer esa mujer de alma que estaba guardada y ahora sobresalir por encima de los prejuicios de la sociedad.

Christian Casbaker, 2017.

Sara Katalina Castro, transgénero Colombiana.

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