
Mi peor pesadilla esta hay tan intacta
como esas cadenas, que nos atan como si fuéramos bestias
Ahora entiendo aquellas aves, que les cortan las alas para que no puedan volar

o les hacen lo mismo que a mi. Lo único que sirve en una maldita jaula en medio de la selva fría y oscura, es la fe en Dios.
Quisiera pensar que esto es una pesadilla de la cual podre despertar con el corazón acelerado, anhelando estar en el silencio de mi habitación y en la tranquilidad de un hogar.
Pero en cambio el frío agreste de la madrugada, en medio de la nada no me deja dormir, congelando mi ser y provocando que el cuerpo tiemble inconscientemente.
Esperando que pasen las horas que parecen siglos…
ahogándome en el abismo de una cruda realidad, sintiéndome perdida en la imponente oscuridad en la cual no brilla ni una diminuta estrella, escuchando el ruido del viento cuando golpea los arboles, mientras el temor de la incertidumbre hace tiritar mi cuerpo, carcomiendo mis pensamientos, haciéndome preguntas que aun no tienen sus propias respuestas.
No si es el frío de la madrugada o la incertidumbre las que en verdad me hacen perder el control de mi cuerpo con ese leve movimiento, solo se que estoy viva aun, pero con un dilema que se ha vuelto mi compañero de cautiverio junto con el miedo.

¿Volveré a ser libre? o ¿estaré condenada a esta tortura?
No se cuanto tiempo mas duraré conservando el tesoro tan preciado que Dios me ha dado, LA VIDA.
Guardo la esperanza de que aun se acuerden que estoy aquí y que merezco vivir.
La madrugada se hace eterna, no se que dia sera mañana, ni que hora es. Siento que llevo una eternidad aquí en el olvido, Dios debe estar cansado de mis suplicas, debo tener los ojos hinchados de tanto llorar, el cuerpo desgastado y mi mente rallando en la demencia.
Siento que la mirada ya no tiene brillo, mi ceño permanece fruncido pero mi alma rota, mi voz en silencio pero mi cabeza quiere estallar de tanto gritar. Tengo un gran nudo en la garganta que casi no me deja respirar ni pronunciar palabra, pero tengo la esperanza intacta de ver el sol y sentir que de pronto regresaré al lugar donde debo estar, no quiero tirar mis sueños por la borda aunque aveces sienta que de pronto llegará mi fin.
Como siempre tengo fe en que esta madrugada sera distinta y que pronto podre sentirme libre y volar alto, por lo pronto sigo aquí encerrada y muerta en vida.
Jade
Nacida un 20 de a abril en un pueblo que poco recuerda, a los 7 años la llevaron a vivir a Quimbaya/Quindio/Colombia, de este lugar guarda muy gratos recuerdos de su niñez, actualmente vive en un pueblo de Cundinamarca, es artesana y tiene una tecnología en gestión de mercados del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA). Hija de la profesora y escritora Gloria Acevedo, que al igual que ella han sufrido las secuelas del conflicto armado en Colombia y es en sus letras que encuentran un refugio de reconciliación y olvido, que aunque los sucesos parecen latentes, ahora hacen parte de un conglomerado poético que nos permite dimensionar los sentimientos que afloraron en las distintas situaciones que tuvieron que afrontar. Escribe para si misma y en la presente Antología Madres de plomo, Jade nos deleita con sus versos que llevaban años escritos en cuadernos y hoy empezaron a mostrar su luz al mundo.
Cuanto dolor se esconde en el alma de quienes han sufrido por culpa de la violencia. Pero también la esperanza a un nuevo amanecer brilla como luz del sol.
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Gracias Miriam, irremediablemente y por contradicción, el ser humano saca lo mejor de sí, en el sufrimiento en el regazo de la tragedia.
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