
Piensan matar a tiros la esperanza,
alardean de asesinar los ideales que tratamos de sembrar.
Aquí en el frío del sepulcro y con el dolor aun latente en el alma sonreímos.
Porque hemos sembrado mas que esperanza, el ideal cada vez mas cierto de un mejor país,
ya es tarde, nunca nos mataron.
Con nuestra sangre derramada se ha proclamado la guerra sin armas.
Donde las voces se alzan desde el canto universal de las metrallas de letras y óleos,
donde el disparo sonó, nace inalterable el ansia de seguir luchando con las flores en los cañones y los fusiles hechos guitarra.
Lo último que vimos con las armas señalándonos sin causa apunto de disparar y las caras desfiguradas de los cómplices del poder, fue verdes y ricas pradera con niños corriendo, ríos azules de cantos de paz y un país mejor tras la lucha.
De el estruendo se vistió el instante y el dolor paso con su sombra angustiosa hacia las tinieblas que dieron luz al propósito de seguir construyendo una nación justa.
Nunca nos mataron, saciaron sus anhelos de parca y se sintieron aliviados por esfumar nuestra humanidad, pero los ecos de nuestra voz están en el viento que mueve las masas de pacificadores que seguirán en pie de lucha a pesar de las perdidas…
El campo fue ya sembrado y es regado con nuestra sangre, nunca nos mataron.

Christian E. Castiblanco.
en Memoria de todos los líderes sociales caídos.