Mujeres Versos, el diario de Carolina

Carolina Medellín Roa, desde Colombia con sus impresionantes facetas nos trae una poesía contestataria, rebelde e indignada que devela en sus versos el clamor de nuestra realidad como nación, un remolino de sentimientos que se supieron levantar a pesar de las caídas. Además comparte dos maravillosos microrrelatos de misteriosa y enigmática fantasía que nos hace pensar en la magia de lo cotidiano, un escape a lo lúgubre que la realidad puede ser, hechos más allá de las apariencias que destilan añoranzas y melancolías.

Bienvenid@s al diario de Carolina.

Quebrantos

En memoria de Dilan Cruz y Brandon Cely; víctimas de la insensatez humana.

¿Y qué hacer con el dolor que se queda clavado
Al ver la esperanza, por el fusil desaparecer?
¿Acaso los áridos ríos pretenden
con nuestras lágrimas llenar?

Voces opresoras acallan el pensamiento
Muerte, única salida que halló
El colibrí desplumado
Bajo la añoranza de una licencia para volar.

Duelen los sepulcros de los que aún no debían irse,
Duelen las mordazas, pesadas como cadenas
Duelen los pétalos que llovieron esa noche en la capital.

A pesar de los gases, la tierra germina
Esquivando el fuego, las semillas florecen
Aunque la jauría aullé, el pueblo se levanta
Sus prontos decesos avivan la lucha.

Aquellos pobres hombres.


Me rio, me rio con tono irónico de aquellos pobres hombres que creen que burlan la justicia por comprar algunos jueces.
Me rio, me rio de su insensatez y su visión miope acerca de lo profunda que es la vida.
Me rio de su pequeñez, del falocentrismo que los enceguece y que los hace pensar que se han salido con la suya.
Me rio con la sonrisa malvada, de aquella vieja bruja que puede ver el infierno que ellos mismos se han creado.
Me rio con la certeza, de quién sabe que no hay causa que sin falta regrese a quién la produjo.
Me rio con lástima, al ver que ellos, críos estúpidos, aún no aprenden de sus errores.
Me rio contemplando los años de sufrimiento que se labraron, de lo que creyeron minutos de placer.
Me rio en silencio, de aquellos hombres que ciegan la vida, cuando las mujeres tenemos el poder de crearla cada mes.

7 años son suficientes


Suficientes para sanar, suficientes para soltar, suficientes para desempolvar los sueños.
7 años dejando morir viejas pasiones para que las alas puedan acariciar el viento de nuevos universos.
7 años en que el bastón se quebró para dejar de aferrarme, para que aprendiera a volar sin temor al firmamento.
7 años en que la despedida dejo de doler y quedó el bello recuerdo de un eterno hasta luego.

El niño que llora


El me miraba con sus ojos aguados, sus ropas oscuras y raídas hablaban de su
orfandad. Nunca entendí porque esa señora lo había dejado en mi casa.
Mi hermano sentía miedo al verlo, decía que siempre nos seguía con su mirada
y luego salía corriendo como si lo pudiera atrapar. Otras veces jugábamos
alegres ignorando su presencia, inmunes a su implacable melancolía,
acrecentando su soledad.
Yo quería abrazarlo para calmar su tristeza, pero era muy pequeña y él estaba
muy alto, colgado en aquel marco en la pared del patio de atrás.

Ellos también juegan


Pequeños pasos corren en desorden por los pasillos y se oye el rastrillar de los
pupitres en uno de los salones al rozarse por el suelo. Una luz intermitente
deja entrever el juego de alguno de ellos con el switch.
Mientras una carcajada juguetona se esconde detrás de la escalera, un portazo
me indica, que en la parte de arriba, otro más se ha escondido en el salón
desocupado del segundo piso.
Camino hacia el fondo del patio atraído por el movimiento del columpio, señal
inequívoca que hace poco, otro más travieso, se logró escabullir.
Prendo la linterna, para revisar un cotilleo que viene de la parte trasera de los
baños y contengo la respiración para poder escuchar lo que dicen unos tenues
murmullos que provienen del interior.
Un pequeño lloriqueo es interrumpido por una voz infantil masculina:
— ¿Pero por qué lloras?
— Porque en unos días ya no podremos jugar más. —Responde la tierna voz
de la que al parecer es una niña.
— No entiendo porque dices eso. —Le replica él.
— ¡Ashhhh! Responde ella un poco impaciente. —Pues porque ya pronto
regresarán los otros niños, tú sabes, los otros…
En una voz más baja continua:
— Los que están vivos.
— ¿Por eso lloras? Añade él en tono despreocupado. — ¡Frescaaaa! Ayer
escuché cuando el vigilante sintonizaba las noticias en la radio y dijeron
que no volverán el resto del año.
Con una pícara sonrisa agregó:
“Seguirán encerrados en sus casas por la pandemia”.

Carolina Medellín Roa Mariposa azul, Karo Medallo.

Edición y recopilación: Christian E. Castiblanco

7 comentarios en “Mujeres Versos, el diario de Carolina

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