Satanás arrepentido, la melancolía del caído III

La luz que al comienzo pareció iluminarle su tiniebla vergüenza, reapareció menos tímida más visible con un coro que le retumbó los oídos de la mente:

Aclamad canción con pandero, lira y trompeta en el día de vuestra fiesta solemne. Ordenanza y Estatuto de Dios constituyó en la Tierra. Se oyó en un lenguaje inentendible…

De inmediato le vino a la memoria aquel pobre Rey David del cual se burló tanto cuando precisamente con pandero y lira salía al balcón a cantar sus miserables salmos que él mismo componía. Y que en un arrebato de macabra envidia le hizo desviar los ojos que miraban antes al firmamento, hacia la desnudez provocadora de Betsabe. Propiciando la consecuencia irreparable para el monarca de aquel mal paso.

Lo sintió tanto, que cayó de rodillas anhelando tener al mismísimo Rey David en frente para pedirle perdón y un río de lágrimas volvieron a surcar sus morenas mejillas. Desvaneciéndose en un profundo sueño.

Imagen tomada de la Red.