Mujeres Versos, el diario de Leonor

Leonor Riveros Herrera desde la Atenas suramericana: Bogotá en Colombia, nos trae una poesía vestida de luto, pero que magistralmente recita tristes realidades, sucesos mortuorios muy ciertos. La melancolía del definitivo adiós prematuro, aquella que partió inmortalizada en la hermosura del amor filial. Sus letras engendran pensamientos infantiles de tierna inocencia y asombro por lo simple. Añoranzas que habitan muros olvidados, rastros de pasado que aún vuela en el tiempo trayendo gratos recuerdos. Delata la verdadera máscara de ese elemento inerte que condiciona vidas, pisotea sueños y le pone precio a la existencia, el mal necesario, el tirano inerte.

Bienvenid@s al diario de Leonor

EN LA UCI

Ella mira cómo flota su cuerpo
sobre sábanas blancas,
jeringas y tubos salvadores.

Se eleva
entre instrumentos milagrosos
y decisión de cirujanos,
hurgando perforaciones de agonía
en su piel dormida.

Ruidos incesantes
y eco de palabras que no entiende,
deambulan por su mente.

Levita jirones de vida.
Deja en la camilla
indicio de moscas y gusanos
hambrientos de su carne.

Brazos desconocidos
acunan su humanidad doliente
por pasillos
que conducen a la morgue.

Ella abandona su cuerpo inamovible
sin contarle a nadie…

DICTAMEN MÉDICO

Fue imposible verla.

Me entregaron una urna de cenizas
y un papel para firmar el recibido
de su cuerpo.

Con los párpados extinguidos
por la proliferación de llanto,
estampé mi nombre
debajo del único rastro de mi hermana,
(según lo que ellos me dijeron)
donde leí las palabras innombrables
paciente fallecida.

Sin saber qué hacer, el dolor sonrió.
¡Qué ironía!

¡Es la prueba!
La constancia dice que las cenizas
son de mi hermana menor.

Mi dolor repite la sonrisa y se pierde
Entre laberintos blancos…

¿En dónde estará tu cuerpo?
Tus luchas, ilusiones,
tus ganas de vivir y tu mirada,
¿en dónde me esperas
después de nuestro beso en la mejilla?

¿Acaso en estas líneas grises
manchadas de impotencia y duda?
¿O en el frío de la habitación de urgencias?
¿O tal vez en la palidez de tu mirada al despedirnos?

Prometo llevarte a todas partes.
Tu nombre permanecerá
bien protegido en mi cartera.
Vivirás en cada latido que te extraña.

Al fin y al cabo… dudo de tu muerte:
Quienes te despidieron entre llamas insensibles,
ni siquiera me aclararon el motivo de tu ausencia.

ARTESANA

De bichos,
caricaturas
y pegasos;
de risas contagiosas
y de asombros,
estoy armando en el alma
el corazón de un niño.

CASA MÍA

La mía, es una casa abandonada,
no una casa en ruinas.

Está en el punto clave para restaurar las grietas,
explorar misterio en las paredes
y excavar la vida que juega a esconderse
al final de los zaguanes.

Debajo del paso en las baldosas
florecen bailes y canciones,
asoman carcajadas y consejos.

En algún espacio encajarán los sueños de la almohada
los amigos la visita…

Casa mía,
puerta entrecerrada esperando abrirse
al tiquete de los vuelos,
ventana contemplando ciudades extranjeras
y el timbre de mi voz adolescente
repasando la dicha de moldear castillos
en la cumbre del monte de la espera.

Casa mía…

DINERO

El dinero,
esa bestia troglodita
que devora las conciencias,
pasa el tiempo
carcomiendo rostros de miseria;
acaricia con intereses calculados,
las manos propias,
las ajenas.

Desde su distorsionado trono de poder,
oprime con sus cifras
el cuello del hambre y la dignidad humana,
carcome la harina del pan y la sonrisa.

Despliega su sarcasmo
en colores codiciosos
que desvanecen hora tras hora,
la plenitud del sueño
y la libertad de andar tranquilos
por la vida.

Leonor Riveros, Colombia.

Edición y recopilación: Christian E. Castiblanco.

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