Si las rosas hablaran

Hoy en Retratos Cotidianos: Facatativá, como muchas poblaciones de Colombia tiene una tradición en cuanto a la floricultura, industria que exporta millones de flores cultivadas en estas tierras, pero tras esta próspera faceta, hay miles de historias de los que sustentan este negocio que representa millones de dólares en exportaciones. Esas manos que día tras día con sudor y lágrimas han permitido que en casi todo el mundo halla un lindo centro de mesa decorado con rosas y flores colombianas. A continuación vamos a exponer retratos poéticos de estas mujeres y de estos hombres que son la base de esta industria que muchas veces no les retribuye lo suficiente, un tributo en Versos.

Bienvenid@s

Manos que cosechan vida.

Por: Lady Bibiana Perez

Soy la mujer que piensa. Algún día
mis ojos encenderán luciérnagas.

GIOCONDA BELLI.

El repicar del reloj anuncia el inicio
de su día.
El sol aun duerme y ella fría, majestuosa
gobierna el manto celeste.

Tenue soplo,
poderoso tornado
Pasa a la cama de sus dos pequeños
Y con un beso llega la chispa
Impulso del motor que la habita.

Se ultiman detalles de uniformes
maletas, loncheras    y almuerzos.

El de ella degustara su paladar aun,
al frio de las madrugadas de abril
y calor de los días de un viejo carnaval.

Horas que transitan los segundos
previos a que el sol despunte el medio día.

Tres, dos, uno
La bandera ondea dando el punto de partida
horas donde el mundo parece dormir eternamente
despierta el alba
lista vestida de gala.

Camina a la casa de fronteras de distancia y olvido.

Los frutos de lo que alguna vez llamo verdadero amor,
aguardaran su regreso.
Un beso en la frente con susurro
¡Mamá te ama¡
Guardado en el escondite favorito de sus oídos
Amor de madre amor de mujer.

Diaria ausencia obligada, pareja del ocaso en la montaña.

Corre, corre mamá continua la carrera.
Otros son los motores que esperan
A quienes en tacones y maletas cortan la niebla.

El astro aun no muestra su cara.

Bus que transita el asfalto llevando ilusiones,
anhelos y sueños.

Almas a la espera que este día de trabajo
Inunde de abundancia las manos
que se silencie el cansancio, el dolor

logros de pan y dulces a la mesa de su hogar.

Un café calienta alma, espíritu,
fogata perdida que se alimenta de braza infinita.

Parvadas de aves migran al sur buscando calor.
Ellas las manos que cosechan vida
vuelan, se posan sobre las rosas
que de Colombia al mundo pintan su bello color
y en su hogar alimentan su útero de amor.

Manos de madre
Trabajo incesante
Cosecha de besos
Caricias perdidas entre pétalos y arrugas
Olvidos de tierra
Sueños de espinas.
Muchos
Muchos

Hemos olvidado llamarlos frutos
de amor.
Llamarlas
cunas de vida.
Semilla de la tierra.

Panorámica , finca Sta Bárbara, Facatativá, Colombia. Foto: Yeraldin Cuervo Valencia
Esclavos de las flores
Por: Christian E. Castiblanco

Allí en el país de los dos mares, donde las razas confluyeron para crear lo exótico y bello de los seres humanos de esta parte del mundo, hay un bello oficio que es mal pago por los tiranos patronos escudados en los déspotas políticos que cada vez les quitan beneficios a estos magníficos trabajadores.

Mañana, tarde y noche cortan, alistan, clasifican y bonchan…a riesgo de enfermar por hacer lo mismo miles de veces. Hacen maravillosas composiciones de flores que venden en Estados Unidos, Europa y Asia casi como oro, mientras que el pago por ello a estos hábiles maestros es mísero por su gran esfuerzo.

Muchos y Muchas, valientes obreros han aguantado varias décadas por lograr almenos aunque con las articulaciones deshechas, una humilde casa propia, el estudio de sus hijos para que no cojan el mismo camino y quizás un medio para sobrellevar su adolorida vejez.

Son los esclavos de las flores que tratan aún de luchar por sus derechos como sustento de una gran pirámide económica, que hace reconocer a nuestro país en el mundo. Por eso cuando compres una flor, date cuenta del valor que adquieres, no solo la belleza que ella encierra, sino las lágrimas y las gotas de sudor que guarda de alguien en alguna parte del mundo, un esclavo en tiempos modernos.

Mientras tú celebras San Valentín o el día de las Madres, ellos casi no descansan, por un mísero salario soportan infiernos con techo de plástico y frías neveras húmedas; quizás nunca sabrás quien hizo posible que tengas un bello adorno de flores en casa. Valdrán más las rosas, los claveles o las astromelias que la integridad del ser humano?. Pues aquí parece que valen más…

Mi intimo escape

Por: Cristin Narval

Monótonos instantes que me han robado cientos de horas, para beneficio ajeno.

El tiempo en su inclemencia se ha llevado mis mejores atuendos,

dejando hijos en el claustro, una casa fiada y una pensión llenándose de a pocos para aliviar al ras la futura ancianidad…

Y que me ha quedado?…deseos insatisfechos, dolores que calan los huesos y la pesadez de salir sin sol y llegar queriendo escapar de sus brasas.

En ese nadar entre surcos espinosos, cierto día una mirada inusual le devolvió el sentido a los días,

sencilla coquetería de chistes flojos, caramelos y pedazos de pan a escondidas.

Después sin más detalles, empezaron los besos, los escapes entre matas y el éxtasis de tocarnos los senos.

Llegó el amor en una estampa igual de ajada a la mía, aún bella y sin reparos del que dirán,

me amaba con locura encima de la tierra cansada, sobre los plásticos rotos y en cualquier escondite donde solo nos miraban las rosas florecidas.

Mi intimo escape en forma de mujer, dulce sabor, nunca antes deleitado.

Mi último hogar

Por: Matías Osorio

Será mi último hogar, el lugar donde las flores decoraban los inertes castillos de plástico,

allí donde el amor llegó inalcanzable en una agrónoma de ojos celestes y cabello parecido a los pétalos de la freedom.

Donde el frío de enero paralizaba las extremidades y la épica batalla contra sus brazos de niebla,

la ganábamos con chorros de agua y fogatas de leña.

Allí donde la aparente única libertad la teníamos en los matutinos escapes entre enramadas,

en los quinces minutos en el paupérrimo casino y exhaustos sobre las sillas de la gran hojalata sobre ruedas.

Este, mi segundo y mi último hogar, pues en la vida no supe hacer más, ojalá mi paso no haya sido en vano,

y esas flores que cultive ojalá hubieran enamorado a bastantes corazones, al igual que el mío que se enamoró de ellas.

Tierra envenenada

Por: Ing. Francy Arciniegas

Frondoso bosque de eucaliptos y acacias, carcomido por tractores que rugen como leones enfurecidos,

cientos de hormigas uniformadas hieren surcos, levantan moles de plástico y hierro.

Taladran las entrañas y le hacen sangrar agua,

ahogan sus mantos con malolientes perfumes que matan y deshacen lo que antes era del monte.

Tierra envenenada, donde se cosechará la alegría extranjera,

luces de San Valentín, citas románticas en los Alpes Suizos o en la Gran Manzana.

Repartirá quincenas apocadas, contentillos de bienestar y un gracias viceral cuando el cuerpo no de más,

no solo la tierra se envenenó, sino la conciencia de un pueblo explotado por la codicia de unos pocos…

Amanecer finca de flores Sabana de Bogotá, foto: Jaime Reyes Garzón

Edición y recopilación: Christian E. Castiblanco

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