
El aliento de la montaña como sombra abismal me trae en bandeja fría los olores del monte.
La bóveda oscurecida sonríe de Luna y guiña sus innumerables ojos a infinita distancia,
aún su luz llega aunque envejecida sigue a pesar de su ancianidad luciendo hermosa.
Tal cual es la magia que se respira, que olvido por un instante la escena cotidiana,
de amores inconclusos y pasiones apagadas, dormidas en la el tedio de una historia impuesta.
Paranoias que se diluyen en este silencio astral donde el eco del hormiguero se oye ahogado.
Puntitos sin cifra que anestesia la misma medida del tiempo,
aliento nocturno que dice tanto en la mudez que nunca duerme.
Christian E. Castiblanco, D.R 2020
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