
Que el viento tiene pies, por centenares…quizás millones,
deja su rastro en el espejo acuoso como una multitud inmensa de puntitos que se mecen en perfecta sincronía.
Danzan en ondas eólicas tejiendo formas indescriptibles;
descubrí también que la montaña tiene ojos,
son inertes pero le visten sus prados de noche, pareciendo un pesebre que se funde en las oscuridad aparente.

Que un día sin dejar un rastro de lo mejor que sabes hacer, es un instante perdido que no vuelve,
y que el amor empieza a manifestarse desde el primer trinar del día,
sea éste gris o soleado es una nueva oportunidad de existir y hacer algo a pesar del aparente declive.
Descubrí que si estás leyendo esto mi misión por hoy está cumplida pues te recordé con poesía que tú fin y el mío aunque diferentes hacen parte de un propósito universal…
hoy tan desconocido e ignorado.
Christian E. Castiblanco, D.R 2020

Reblogueó esto en RELATOS Y COLUMNAS.
Me gustaMe gusta