Por: Gloria Esperanza Mora, Gemorita
Los humanos estamos destruyendo el planeta, poco a poco es más notorio el desgaste que ha vivido nuestro entorno, el paraíso verde-azul ya se encuentra en la recta final y no se ven deseos reales de salvarlo, el poder económico nos ha nublado aquella razón que tantos años esperamos en conseguir. A dónde dirijas la mirada, hallarás lugares áridos, con poca vegetación, pero muchos edificios, muchas estructuras elegantes, modernas, impactantes, estructuras diseñadas para una comodidad momentánea, y lo natural se esta acabando, estamos relegando a la naturaleza y va a ser cada vez más difícil encontrarla.

Es por ello que vamos a tener que viajar muchos kilómetros, alejándonos de las grandes urbes en busca de lugares que gracias a Dios la humanidad ha olvidado, lugares que la mano destructora no ha tomado. Será allí donde gozaremos de nuevo de ese abrigo verde, esa tranquilidad verdosa tan necesaria y con ella el trinar de los pájaros, el resquebrajar de unas hojas caídas de fuertes troncos que se elevan a la infinitud del universo, y es allí donde pienso vivir dentro de algunos años, apartada de la envolvente tecnología que tanto nos agobia en la actualidad y que seguirá haciendo de las suyas por un largo, largo tiempo.

Será en ese gran lugar donde encontraré paz, donde podré disfrutar de una paz interna que cada vez me es más arrebatada por este monstruo acelerado de la modernidad; también será maravilloso seguir consumiendo productos que nos proporciona la madre tierra, productos naturales cosechados para tu beneficio y satisfacción, productos que renuevan las ganas de seguir en el camino sin perder las esperanzas de un reinicio, una nueva oportunidad.

Ese lugar será un oasis dónde podré respirar el suave aroma de las plantas en la mañana, disfrutaré un mágico concierto aviar… diferentes tonalidades de voces que agradecen lo que tienen, acompañados del susurro tintinante del viento mientras juega entre las ramas y sigue el paso danzarín de los animales. Cuánto ansío vivir rodeada de naturaleza, rodeada de vida, de luz. Dejar de lado el corre corre diario y detenerme a contemplar los colibríes saltando de flor en flor mientras toman el dulce néctar que estás le brindan, contemplar sin afanes la puesta naranja del sol sobre las altas colinas que nos rodean, sentir la brisa refrescante que acaricia cada célula de mi cuerpo y me recuerda que aún estoy viva.

Cuánto ansío que durante estos años venideros, tomemos conciencia de que el dinero y lo tecnológico no lo son todo y que la naturaleza es lo único real que hemos tenido y lo único que nos mantendrá girando en este gran universo. Espero poder terminar mis días rodeada de ese verde-azulado que tanto amo y que tanto necesitamos. Espero que mis hijos no necesiten viajar tanto en busca de este oasis, espero que pronto tomemos conciencia de lo que estamos perdiendo y nos detengamos para que nuestro planeta vuelva a reverdecer y todos gocemos de un bellísimo oasis.

*Imágenes tomadas de la red.