Camiverso…
Sentado de por vida en una mísera silla, miraba con tristeza como corrían en la calle. Tan solo anhelaba que un día no fuera como los de siempre y así sea en un sueño etéreo despertara caminando. Y aquella vez fue así en medio de una preocupante uniformidad dónde todos se parecían a todos y hasta sus vestuarios eran rutinarios, ¡pero caminaba, si podía caminar! …

En ese mar incierto que son los terrenos oníricos, me sumergí sin temor ahogarme, caminaba por e lugares desconocidos que traían una lejana nostalgia en esa virtual oportunidad, aprovechar, mientras sonaba aquel horrible sonido polifónico del smartphone que de seguro me despertará. Mientras, recorría calles inundadas de hologramas y gente indiferente, un cielo invadido de rascacielos, pistas y túneles aéreos. Un orden macabro monitoreado por un gran hermano artificial, una matrix que ahora llamo Utópia.

Caminaba, sintiendo el peso de una utopía deshumanizada, desnaturalizada; prefería, entonces, aquellos momentos vespertinos dónde en la quietud de la agonía del día, las montañas se iban vistiendo de noche y los pájaros cambiaban su melodía, dándole paso a la tonada nocturna de los grillos y las ranas. Esa inmensa certeza en lo simple, lo tangible sin límites ni máscaras, todo ello lo tenía a pesar de tener unas piernas diferentes.

Preferiría ahora, después de este cuadriculado instante en la nebulosa de un mañana que aún no ocurre, pero que se revela como una sonrisa inquietante, seguir en mi querida silla que como parte de mi cuerpo empecé a extrañar en esta escena prestada en el inconsciente. Nada alentador la artificialidad que nos espera, una burbuja de bits que desvirtúa la vida y nos hace sus esclavos. ¡Quiero despertar! y disfrutar de ese paraíso olvidado del que nos habla Cabral, gritarle al mundo que la esencia se está perdiendo en los abismos de un metaverso que nos vende una felicidad utópica e irreal , ¡maldita sea, quiero que suene esa hermosa melodía que me despierta cada día!

¡Desperté! y nunca antes me había alegrado de no poder mover mis piernas, ame la melodía polifónica de mi smartphone y de un salto abracé mi silla, mis piernas rodantes, el límite que me quería imponer, pero que ahora es una virtud, una oportunidad de demostrar que el camino a veces es condicionado por sí mismo, que la vida es hermosa sin las ataduras que nos venden. Como dice Torres es su canción color esperanza, por cada cosa mala la vida algo bueno te da, o algo así, mejor dicho esa es la idea. A mí me tocó caminar sobre ruedas, volar con la mente y ser un humano excepcional. ¡Que mal sueño ese de querer caminar!, no sé fien del canto de sirena de Utópia…

Christian E Castiblanco, Chascos pa’ contar
* Imágenes tomadas de pexels.com
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