
Siglos atrás muchas tierras se bañaron de sangre al ser vistas por el ojo de la codicia...
La ruin civilización cegó la joven raza con la imposición de la cruz, la cobardía de la pólvora y la inmisericordia de los hilos invisibles que traían muerte sin violencia.

Decenios más tarde esas mismas razas oprimidas siguen persistiendo con la miseria heredada, cargando todavía la agonía de ser desposeídos,
aún así sus hordas tienen la valentía de emprender una nueva conquista, una colonización muda que reclama lo usurpado.

Surcan en bandadas de almas esperanzadas selvas sin clemencia y ríos embravecidos, desiertos insondables y mares que parecen abismos, sin muchos pesos en los bolsillos,
con la dignidad deshecha y los sueños a punto de quebrarse llegan a sus nuevos destinos, no besan la virgen tierra sino el frío asfalto que los recibe con desdén.

Colonizan con sus aires ancestrales el decadente enclave del progreso, masas de migrantes sin causa aparente llenan la ausencia de los señores envejecidos. Se vuelven indispensables y van escalando paso a paso la pirámide que antes sostenían.
Acción y reacción, todo retorna. La colonización de los vencidos siembra su estirpe en la propia casa de sus antiguos verdugos...

Christopher Cástibar, Poesía y Resistencia
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