A vísperas del final, casi siempre las personas manifiestan su bondad que por años ocultaron tras su Ego.
Las cosas sencillas y desapercibidas guardan la esencia de lo extraordinario.
Somos vida, damos vida y a veces la quitamos. Un don a veces inmerecido que nos hace así sea por un mínimo instante seres excepcionales.
Las sombras siempre acechan, son parte del paisaje cuando las luminarias se ausentan. La maldad no da tregua, pero se deshace con su antítesis.
La constante lucha de fuerzas moldean el devenir, el destino es como una bitácora ya escrita que la terquedad insiste en reescribir.
Cada propósito es único y aguarda el tiempo preciso para concretarse, allí nace los milagros inesperados que son la consecuencia inadvertida de los buenos actos.
Aunque existen manos siniestras que se empeñan de hacer del mundo un lugar hostil y despiadado, allí en la sutileza el bien florece desapercibido en las grutas donde lo han deshecho, pero renace como tronco que aún tiene raíces.