
Poderosas damas que creyeron en su propósito de vida, decidieron por si mismas caminar el sendero para el cual fueron hechas.
En el juego insensato de los hombres, llegaron a romper las reglas. Gritaron su existencia en medio de la guerra y se ganaron el lugar que siempre les perteneció.
Aviva su andar los sufrimientos del pasado, aún así no se atormentan con rencores innecesarios, el odio se hace lucha para ganar justicia y así ganar admiración y a veces temor.
Lo cotidiano, el yugo de la familia impuesta, el elixir del amor prohibido y la sumisión ante los hombres son susurros inentendibles de las imposiciones de antaño.
Su historia es escrita con sangre, la misma de sus hermanos que sucumbieron ante la codicia extranjera ayudada a veces por los mismos dominados. Una enfermedad que dominó las masas de los hombres ancestrales que se creyeron esclavos por migas de oro.
Christopher Cástibar