Despierta la mañana en un indescriptible trino, el horizonte aguarda entre sus brazos el rastro del gigante de fuego que se levanta detrás de los cerros.

Del lienzo matinal del cielo aún emerge una peca brillante que mira desde la cumbre los minúsculos mortales que despiertan.

La osadía de la vida al estar un día más existiendo se dibuja en el horizonte mostrando en todo su fulgor los vestigios del paraíso.

Nube tras nube se deshace al abrazo del coloso de fuego, quien con su caluroso aliento desviste de la niebla a los bosques que habitan las montañas, su rastro va delatando los lienzos que dejó el intrépido pintor que le dió vida al Edén.
Fotos y poema: Christopher Cástibar.
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