Luz Mary Pineda desde Colombia, nos comparte versos de exquisita contextura poética, que destilan magia describiendo sucesos cotidianos, sentires normales, en un lenguaje musical que los hace inusuales, especiales y abrasivos… enigmáticos.
Contemplen la magia de su diario poético
DESVELOS
Con los ojos mordidos como anzuelos
duermo a gatas, bordeando otros sueños.
Así trepo hasta los cantos y quimeras,
a las llamas sin frenesí que arden en mis venas,
al vuelo nocturno del alcaraván,
al sol, a sus cenizas.
Con los ojos hundidos en Morfeo
desnudo a los monstruos de la infancia;
despacio, sin ruido, ni lamento.
Veo caer las alas a los ángeles,
veo la violácea tersura del rocío
amamantar los quejidos de mis poros.
Así, sumisa,
me embriago de noche las pupilas.

ÚLTIMO GRITO
De paso por el crisol del destino
no están tus ojos.
Solo el ruido de lámparas viejas
habita el cielo de la habitación.
Faltan tus manos
acallando los silbidos del invierno.
Sabemos que el encanto es un pacto de cicatrices
que se difuminan al dormir cada noche.
Sabemos que el amor escucha cantos de sirenas
antes de
colgar
el
corazón
sobre las fauces del olvido.

LA VOZ DE LA PIEL
Se apretaba tanto la palabra
que ella descubrió sus emociones
en una carta atorada debajo de la puerta.
Devoró el aliento de sus alas rotas,
sus ojos fueron abandono del miedo
que escurría por los tejados
mojando su memoria.
Se apretaba tanto la palabra,
que ella escuchaba volar su alma
sobre raídas letras.
Declaró entonces
Que el amor venía en un sobre sellado.

CEREMONIA
En estampida huyen las horas.
Esconden sus pliegues
entre postigos sin rostros.
Con nostalgia aguardo
el otoño roto de sus segundos.
Alquilo el balcón
donde el atardecer descansa,
donde mi madre endulza el café
y siembra la infancia.
Ese es el mundo.
Un capricho de ventas
iluminando nuestras canas.

LOS DESVELADOS
Como crujido desbordando tinieblas
aborda el insomnio cada rincón.
Los veo
con ojos de tormento
en lento peregrinaje de suicidio.
Conozco sus grietas entre aullidos.
Viajan
con agobios
en la espalda,
con las alas sucias del amanecer.
¡Son cántaros!
Aguardando beber mil veces la vida.
No yacen.
Son grilletes colgados en la noche.

Edición: Christian E. Castiblanco